Decía el genial cantante Loquillo en su tema “Mis problemas con las mujeres” una frase que siempre me ha parecido de gran sabiduría al hablar sobre chicas: Con dieciocho son capaces de llegar al final // Ya pasados los treinta han aprendido a esperar . Y es que no se trata de esperar sin más, sino de saber medir los tiempos y aprender a crear ciertos ritmos para aumentar la satisfacción. Este control y también autocontrol solo lo dan dos maestros de primera como son el tiempo y la experiencia. Y ambos deben de ir de la mano. Una persona muy joven, aunque tenga mucha experiencia, no ha tenido tiempo para asimilarla y aprender de ella. Está demasiado ocupada viviendo intensamente. Pero según se cumplen años, se aprende a no vaciar la copa de vino de un solo trago, más bien a saborearla y paladearla porque así es como se aprecian todos y cada uno de los matices de la bebida. Exactamente lo mismo ocurre con el sexo. Las prisas y las ganas de acabar pronto son propias de la juventud